1.10.09

Sorda.


Susurraba el viento,
Y mientras se colaba por entre las hojas,
Haciéndolas moverse al compás de su dulce melodía,
Movía lo cabellos de personas que,
Como apurados y asustados animalitos,
Corrían a refugiarse bajo un seco techo,
Huyendo del agua como si esta fuera una bomba mortal,
O algo peor aún.
Corren, se escabullen por todos lados.
Y pronto las calles se vaciaron,
El mundo se volvió muerto, sin vida.
El lugar quedo mudo,
O tal vez yo me quede sorda,
Sorda para escuchar esos pequeños sonidos que,
Como todo en estos apresurados momentos,
Dejamos de lado por ser mínimos, insignificantes.
Me siento sobre el verde césped,
Aunque me miren las pocas personas que pasan.
Descorro mi capucha y me permito, por fin,
Sentir el suave golpeteo de las gotas,
E identificar como cada una de ellas me dice una palabra diferente.
Tal vez alguna me regale una poesía,
O me dedique alguna canción.
Me recuesto y dejo de pensar para solo sentir,
Porque con el apuro de la vida cotidiana,
Por ese incontrolable deseo de la rapidez,
Olvidamos apreciar las pequeñas cosas de la vida,
Como la melodía de un músico,
Como las palabras de un niño,
Como las líneas que dibuja el viento por el cielo,
Como los rastros de espuma de las olas,
Como estas gotas que caen suavemente.